miércoles, 8 de octubre de 2008

La Travesía


La Travesía
Debió ser a mediados de los 90, el final de verano lo solíamos pasar en La Manga, una vez terminado el mismo recogíamos nuestros trastos y llevábamos nuestro material a la Ribera. Hacíamos esto por dos razones, estábamos mucho más cerca de Murcia, y allí solíamos pasar muchos fines de semana en invierno, por lo que, si soplaba viento, solo había que montar y al agua.
Aquel día habíamos quedado con mi primo Periquillo, ya que teníamos nuestro material en su garaje, en casa de su abuela, un chalet que tenían a escasos 20 metros del Cavanna, lo cuál nos venía muy bien los días de lebeche.
Estaríamos a mediados de septiembre, teníamos que montar el material de todos en el coche e ir a la Ribera, pero el espacio, en un solo coche, no era muy amplio que digamos, me fijé en el viento, habría unos 16-18 nudos de Levante, por lo que decidí realizar el trayecto a la Ribera navegando. El material, mi querida AHD- 272 y una vela Neil Pryde, VX, amarilla, de 6 metros, con cambers, que era un follón de mucho cuidad arbolar, y que llena de polvo, aún conservo.
La salida la realicé desde la playa del cavanna, antes me había despedido de mis hermanos, que partieron con el material restante, insistí mucho en que se fueran antes de salir a mi travesía, ya que, corría el riesgo de que me arrepintiera y saliera del agua y me montará en el coche.
Ya no había vuelta atrás, por aquel entonces no había teléfonos móviles, o por lo menos no como ahora, lo más parecido a un móvil que había visto, fue durante mi estancia en el internado en el CHA, cuando mi tío Juan, el de Madrid, me vino a recoger, a la estación de Renfe, con su flamante BMW, y con un maletín negro que era un teléfono, pero bueno esa es otra historia.
Allí estaba yo, en la playa, con mi traje de baño, mi licra de neopreno, de esas que se ponen los buceadores debajo de los trajes, sin mangas y mi material, y con una mezcla de sentimientos ente emoción y nervios, que me recorrían todo el cuerpo.
Lo más duro fue el principio, ya que al soplar viento de Levante, que venía de tierra, me costó un poco alejarme de la costa, por lo racheado que estaba, pero una vez pasada la isla del Ciervo, todo fue de maravilla, tardé, creo recordar que unas tres o cuatro horas en realizar toda la travesía, tengo un gran recuerdo de ese día, tengo el recuerdo de libertad, de tener mucho recorrido por delante, pero al hacer viento para planear de forma constante, fue una experiencia inolvidable.
Son de esos días, que al mirar atrás y acordarte de ellos, hace que te arranquen una sonrisa de la cara. También recuerdo que al llegar a la Ribera, recogí todo el material, me fuí a casa, comí algo, y me metí en la cama, estaba completamente machacado.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

eso se llama hacerse una caidita..... mañana viernes podriamos volverla a realizar!!!

Peri dijo...

Pues no estaría mal repetirla, pero el viernes mejor la Llana o Cabo Palos.